Sweet Lina
A Sexual Fantasy
Entré en la cocina en el momento en que Lina se agachaba para meter la ropa en la lavadora. Llevaba una semana viviendo en su casa, en Liverpool, y ya había la había convertido en mi amor platónico pubescente. Yo apenas había cumplido 18 años y ella, bueno, ella estaba ahí, aun mojada delante mía, recién salida de la ducha, con solo un sujetador negro que le cubría las tetas y una toalla que lo hacía de cintura para abajo. Con mi llegada, la toalla se deslizó, acariciando su muslo hasta llegar al suelo, para dejar al descubierto un tímido tanga a juego con el sujetador. Su cuerpo semidesnudo se me desdibujó en dos curvas perfectas que hacían difícil creer que escondiesen dos embarazos tras ellas. No había nadie más en casa; esta vez eramos solo ella y yo. Sonrojada, trató de devolver a su sitio la toalla cuando me vio, sin dejar caer la ropa sucia de sus manos. Lentamente, me acerqué instintivamente a ella por su espalda. Deslicé mi mano derecha por su vientre asiéndola fuertemente contra mi cintura y noté como se estremeció al calor de mi piel. Acariciando la goma elástica de su fino tanga, mi mano izquierda subió suavemente hasta encontrarse con unos pezones que traspasaban desesperadamente el sujetador, luchando por liberarse; poco tardó en derretirse bajo mis dedos. Una tímida pero lasciva sonrisa se escapó de sus labios cuando agarró mi mano con la suya y la introdujo bajo la tela de su tanga, apretándomela más conforme bajaba por su rasurada entrepierna. Encontré, entonces, su clítoris ahogado en un charco de placer. Junto con su dedo, recorrí con el mío sus labios, repasando su contorno, hasta que se introdujo ambos, transformando su respiración en un abrupto jadeo. Su cadera, entonces, acompasaba los movimientos de mi muñeca, que no eran otros que los de la suya. "Fuck me", me suplicó susurrándome al oído...
...y desde entonces no consigo ahuyentar el olor con el que marcó cada centímetro de mi cuerpo.
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