Mujer de labios rojos
A Sexual Fantasy
Sentados en un bar, mis ojos repasaban sus labios, humedos por la dorada cerveza, pero mi cerebro rehuía la charla intrascendente con un casual gesto de asentimiento. Me era indiferente.
-Tienes que verme. Con los labios rojos estoy preciosa.
La miré, no parecía más que una niña, pero era una mujer en plena juventud, una diosa pálida y rubia de ojos verdes y pómulos sonrosados.
No me pude reprimir:
-Estoy deseando verlo.
Un breve suspiro. Sus mejillas tomaron un tono rojizo. Las pupilas dilatadas. Se recompuso.
-No tengo la barra de labios...
-¿Entonces?- Pregunté. Mi cara ardía.
-En mi piso.- Contestó.
-Vamos,- dije mientras me incorporaba.- No lo conozco.
No dudó, se levantó, me sonrió y salió del local. La seguí.
En el piso, la cama sin hacer, la ropa apartada descuidadamente, abandonada sobre el suelo alfombrado. Me senté en una silla junto a una mesa baja. En frente un tocador coronado por un espejo.
Entró en el cuarto de baño. Veía la puerta entornada y la sombra de unas cortinas blancas. Buscaba en el armario. Soltó una exclamación y asomó tras la puerta.
-Ahora salgo. -Dijo sonriendo.
-¡Espera!- Contesté.- ¿No puedes hacerlo aquí?- Ella me miró confundida. - El espejo... Es mi fetiche... Ver cómo os pintáis los labios.- Otra vez me ponía colorado.
Sonrió divertida. Entró en la habitación. Arrimó la puerta. La luz entraba a través de los huecos de una vieja persiana, tiñendo todo de una atmósfera dorada.
Se dirigió al tocador y se sentó en una silla, frente al espejo. Sus labios se abrieron ligeramente, en las manos, una pequeña barra de labios, la punta roja como la sangre.
Con movimientos rítmicos, la barra perfilaba sus labios, acariciaba la superficie, exploraba la carne, profanaba una y otra vez el fruto de mi deseo mientras sus ojos buscaban los míos a través del espejo.
Entonces supe que estábamos unidos por un sentimiento, por una compulsión sin límites. Sus labios eran el abismo en el que se vierte el líquido divino, la barra, el sexo que llena a la diosa.
Allí perdí mis sentidos, mi conciencia. Allí se hicieron suyos
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