Se que yo si lo quiero

Estaba viviendo una mala ruptura de una relación larga. Mi mejor amiga, lesbiana, insistió durante semanas que saliera, despejara mi mente. Nos dirigimos esa noche a un gay-bar de la zona; mi objetivo no era conocer a alguien.
Tal vez fueron las copas de más pero entre palabras y confesiones se escapó mi mayor, mi más secreta y mi más íntima fantasía.
Estar con una mujer.

Ella no lo podía creer, no lo entendía. Surgieron preguntas, miles.
Pasaron las horas, conversábamos entre chicas, de chicas. Mi tipo, curvilíneas con senos enormemente hermosos y pezones rosados, delicados. Su tipo, coloradas con enormes traseras y una actitud poderosa.
Debimos de haber estado hablando alto que una bellísima veintiañera se nos unió a la conversación sin siquiera darnos cuenta.
La invitamos a seguir la fiesta a mi apartamento.

Recuerdo haber estado tan húmeda en ese momento que mi vagina quiso actuar por si sola pero me contuve, era arriesgado. Mi amiga aprovechó la situación, comenzó a sacarse la ropa y a juguetear con la desconocida.
Por un momento me sentí decepcionada; no sería mi noche.

Ya en mi cama a punto de dormir, siento un par de labios carnosos en mis pies. Subiendo por mis piernas, deteniéndose en mi entrepierna. No lo podía creer, ¿quién era? Subió hasta mis senos, sentí las estrellas. Sin saber lo que pasaba, alguien retira fuertemente las sábanas y enciende la luz. Mi amiga, completamente desnuda, se sienta en la silla a los pies de la cama. Observando, evaluando.
La desconocida comenzó a lamer mi clítoris, lo rozaba con sus dientes, con sus pezones. Cuando quise darme cuenta, una hermosa vulva mojada y labios carnosos sobre mi cara me obligaron a dar el mejor sexo oral de mi vida; ella gemía y gemía, cabalgaba sobre mi lengua mientras que sus senos curvos rozaban mi cuerpo.

¿Y mi amiga? Mi amiga se masturbaba con aquel espectáculo.

Nunca lo mencionamos; seguimos siendo amigas como si nada hubiese pasado pero una parte de mi sabe que ella aún quiere más.
Se que yo si lo quiero.