Ella me confesó que le pasaba lo mismo

Éramos amigos, muy buenos amigos. Las miradas, gestos, palabras, roces, ya eran recurrentes en nuestra relación, cargadas de erotismo y sensualidad. Aunque tenía pareja siempre que me masturbaba me venía su imagen a la cabeza, me imaginaba a mi amiga en diferentes posturas, situaciones... Más tarde, ella me confesó que le pasaba lo mismo.

Comenzamos a tener encuentros desenfrenados, realmente era algo que no podía controlar. El deseo era tal, que no me permitía razonar con claridad para detener algo que no estaba bien, pero que sentía muy natural en mí, solo podía pensar en saciar ese deseo. Más tarde, ella me confesó que le pasaba lo mismo.

Aquella noche estábamos en un bar de fiesta con más amigos, casualmente nuestras parejas estaban cansadas y se habían ido a casa pronto. Acordamos un punto de encuentro, una zona poco transitada y oscura cerca de su casa, ella fingiría que se iba y yo un rato después con la misma excusa me encontraría con ella.

Comenzamos a besarnos sin control, como siempre. Perdimos el norte. Hacía frío y estaba a punto de llover, nos resguardamos en un portal que nos daba intimidad para seguir tocándonos. Mierda, era el portal de su casa!!!!!! No aguanté la presión de saber que su novio estaba tres pisos por encima durmiendo. Salí de allí y ella me siguió.

Estaba muy excitado, ya no podía aguantar más, necesitaba follármela. Ella me transmitía lo mismo y eso aún me ponía más cachondo.

Acto seguido, estábamos en un parque cerca del río. Me limité a bajarme la cremallera y ella a subirse la falda. Se apoyo en una cerca para no perder el equilibrio mientras la penetraba. Necesitaba recorrer todo su cuerpo y la tumbé en el suelo, húmedo y lleno de hojas. Nos seguimos follando, de repente empezó a llover pero a ninguno de los dos nos importó. Al contrario, aumentó nuestra excitación, así que seguimos con lo nuestro hasta que caímos rendidos.

Nos despedimos sin concretar nuestro próximo encuentro que, seguramente, sería muy pronto.